Un médico sale y compra el mejor coche del mercado, un Ferrari GO flamante.
También es el coche más caro del mundo y le cuesta 500.000 dólares.
Lo saca a dar una vuelta y se detiene en un semáforo en rojo.
Un anciano de unos 100 años se detiene junto a él en un ciclomotor.
El anciano mira el auto elegante y brillante y pregunta: “¿Qué tipo de auto tienes ahí, hijo?”
El médico responde: “Un Ferrari GTO. ¡Cuesta medio millón de dólares!
“Es mucho dinero”, dice el anciano. “¿Por qué cuesta tanto?”
“¡Porque este auto puede alcanzar hasta 250 millas por hora!” afirma el doctor con orgullo.
El conductor del ciclomotor pregunta: “¿Te importa si echo un vistazo al interior?”.
“No hay problema”, responde el médico.
Entonces el anciano asoma la cabeza por la ventana y mira a su alrededor.
Luego, sentándose en su ciclomotor, el anciano dice: “Es un coche muy bonito, pero ¡me quedaré con mi ciclomotor!”.
En ese momento la luz cambia, por lo que el médico decide mostrarle al anciano lo que su auto puede hacer.
Lo pisa a fondo y, en 30 segundos, el velocímetro marca 150 mph.
De repente, nota un punto en su espejo retrovisor, lo que podría ser… y de repente.
¡Algo pasa a su lado y va mucho más rápido!
“¿Qué podría ir más rápido que mi Ferrari?” se pregunta el médico.
Pisa el acelerador y lleva el Ferrari a 175 mph.
Luego, delante de él, ve que es el viejo del ciclomotor.
Sorprendido de que el ciclomotor pudiera adelantar a su Ferrari, le da más gasolina y adelanta al ciclomotor a 210 mph.
¡UUOOOOOOSHHHHH!
¡Se siente bastante bien hasta que se mira en el espejo y ve al anciano acercándose a él OTRA VEZ!
Asombrado por la velocidad de su viejo, pisa el acelerador y lleva el Ferrari hasta 400 km/h.
Ni diez segundos después, ¡ve que el ciclomotor se le acerca de nuevo!
¡El Ferrari está a toda velocidad y no hay nada que pueda hacer!
De repente, el ciclomotor choca contra la parte trasera de su Ferrari, destrozándole la parte trasera.
El médico se detiene y salta e, increíblemente, el anciano sigue vivo.
Corre hacia el anciano destrozado y le dice: “¡Dios mío! ¿Hay algo que pueda hacer por usted?
El anciano susurra: “Desengancha mis tirantes de tu espejo lateral”.