Un padre entra a un mercado con su hijo pequeño.
El niño sostiene una moneda de veinticinco centavos.
De repente, el niño comienza a ahogarse y se le pone la cara azul.
El padre se da cuenta de que el niño se ha tragado la moneda y comienza a entrar en pánico y a gritar pidiendo ayuda.
Una mujer bien vestida, atractiva, pero de aspecto serio, con un traje azul, está sentada en una cafetería del mercado leyendo el periódico y bebiendo una taza de café.
Al oír el alboroto, levanta la vista, deja la taza de café en el platillo, dobla cuidadosamente el periódico y lo coloca sobre el mostrador.
Luego se levanta de su asiento y cruza, sin prisas, el mercado.
Al llegar al niño, la mujer le baja los pantalones, le agarra con cuidado los testículos y comienza a apretarlos, primero suavemente y luego cada vez con más firmeza.
Al cabo de unos segundos, el niño sufre convulsiones violentas y tose la moneda, que la mujer recoge hábilmente con la mano libre.
Liberando al niño, la mujer le entrega la moneda al padre y regresa a su asiento en la cafetería sin decir una palabra.
Tan pronto como está seguro de que su hijo no ha sufrido ningún daño duradero, el padre corre hacia la mujer y comienza a agradecerle efusivamente, diciéndole:
“Nunca antes había visto a nadie hacer algo así. Fue fantástico. ¿Eres un doctor?”
“No”, dice, “abogado de divorcios”.